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sábado, 2 de marzo de 2013

Rodin


Para Rodin el barro y el modelado era su lenguaje, su medio de expresión. Aunque sabía tallar la piedra, era con el barro con lo que más a gusto se encontraba. Trabajaba el barro como quien dibuja, de manera espontánea, con gran rapidez, interpretando una idea fugitiva o trasladando un movimiento del modelo.

Muchas de sus ideas estéticas  y planteamientos escultóricos están recogida el libro  "El Arte”. Son unas  conversaciones reunidas por Paul  Gsell en  visitas periódicas que  le hacía y  en las que  hablaba de su visión del arte.  Aquí  van algunas de las ideas de Rodin sobre la escultura sacadas del libro:

Una tarde en que yo había ido a visitar a Rodin en su estudio, oscureció muy pronto, mientras hablábamos.
-Ha mirado ya alguna vez una estatua antigua a la luz de una lámpara? ..., me preguntó repentinamente mi huésped.
   -  ¡Verdaderamente, no!; respondí con alguna sorpresa.
   - Esto le extraña, sin duda.
La idea de contemplar una escultura de otro modo que no sea en plena luz del día, puede parecer una fantasía extravagante.
No cabe duda de que la luz natural es la que mejor permite admirar una Hermosa obra en su conjunto. Pero, hagamos la experiencia. Procedamos a mirar la estatua alumbrándola con una llama, y seguramente habremos hecho una prueba que nos enseñará algunas cosas.
Al mismo tiempo que hablaba, había encendido una lámpara. La tomó y me condujo hacia un torso de mármol que se levantaba sobre un zócalo en un rincón del taller.
Era una deliciosa copia de la Venus de Médicis. Rodin la tenía allí para estimular su propia inspiración en el transcurso de su trabajo.
-  Aproxímese, me dijo.
- Qué ve usted?  …
De la primera mirada, asistí a una revelación. La luz así dirigida me hacía percibir sobre la superficie del mármol una infinita cantidad de ligeros salientes y depresiones que de otra manera ni siquiera hubiera imaginado.
Se lo dije a Rodin.
- ¡Bien!, aprobó.
Y luego:
- ¡Observe bien!       
Al mismo tiempo, hacía girar la estatua sobre su eje. Durante esta rotación, continuamos descubriendo, dentro de la forma general, una multitud de relieves casi imperceptibles. Las superficies que en el primer momento nos hubieran parecido lisas, eran en realidad de una complejidad sin igual.
- No es esto maravilloso? Nadie podría, con otra luz, adivinar la existencia de tantos detalles. Contemplemos las infinitas ondulaciones que constituyen el valle que viene a ligar el vientre al nacimiento del muslo. Admiremos todas las voluptuosas curvaturas de la espalda; y sobre todo, allí, a la altura de la zona renal, el conjunto de todas esas pequeñas fosetas adorables…
Hablaba en voz baja, con un devoto entusiasmo. Se inclinaba sobre ese mármol como si estuviera enamorado de él.
   -  ¡Es carne! ¡Verdadera carne!- dijo. Y radiante, añadió:
  -   Se la creería amasada con besos y caricias.
Luego, repentinamente, poniendo la mano sobre la cadera de la estatua dijo:
-  Cuando uno toca este torso podría esperar hallarlo tibio.
Un instante después continuó:
-   Y bien; qué puede pensar, después de una experiencia semejante, del juicio que generalmente se hace del arte griego?...
Se dice – sobre todo ha sido la escuela académica la que ha infundido esta opinión- que los antiguos, en su culto del ideal, despreciaron la carne como cosa vulgar y baja y se negaron a reproducir en sus obras los mil detalles de la realidad material.
Se pretende que ellos quisieron dar lecciones a la Naturaleza, creando en formas simplificadas una suerte de belleza abstracta, puramente dirigida al espíritu y absolutamente ajena a la recreación de los sentidos.
Los que opinan de esta manera, se apoyan en el ejemplo que ellos creen encontrar en el arte antiguo para corregir a la Naturaleza, para castrarla, para reducirla a contornos secos, fríos, convencionales y sin ninguna relación con la verdad.
Nuestra experiencia nos ha permitido comprobar hasta qué punto se equivocan.
Es indudable que los griegos, con su espíritu potentemente lógico, acentuaban instintivamente lo esencial. Acusaban los rasgos dominantes del tipo humano. Sin embargo jamás suprimieron el detalle vivo. Se contentaron con “envolverlo” y fundirlo en la armonía del conjunto. Como estaban enamorados de los ritmos lentos, atenuaron involuntariamente los relieves secundarios que podían romper la serenidad del movimiento, pero se guardaron muy bien de borrarlos por completo.
Nunca hicieron de la mentira un método.
Llenos de respeto y de amor por la Naturaleza, la representaron siempre tal como la veían. Y en todas las ocasiones atestiguaron una absoluta adoración por la belleza de la carne. Es una locura creer que la desdeñaron. En ningún pueblo, la belleza del cuerpo humano despertó nunca una ternura más sensual. Una felicidad estática parece flotar sobre todas las formas que modelaron.
Así se explica la increíble diferencia que separa al arte griego del falso ideal académico.
Mientras que entre los antiguos la generalización de la línea es el resultado de una totalización, un resumen o resultado de todos los detalles, la simplificación académica es una manera de empobrecimiento, una vacía hinchazón.
En tanto que la vida anima y calienta los músculos palpitantes de las estatuas griegas, los inconsistentes muñecos del arte académico se nos presentan como enfriados por la muerte.
Y con esto descubrimos un gran secreto.
La impresión de vida real que acabamos de experimentar ante esta pequeña Venus de Médicis, cómo se ha producido? …

Por la ciencia del modelado.
Estas palabras pueden parecer una trivialidad; pero es fácil medir toda su importancia.
La ciencia del modelado me fue enseñada por un tal Constant que trabajaba en el taller de decoración en el que yo realicé mis primeros pasos de escultor.
Un día, mirándome dar forma en el barro a un capitel ornado de follaje, me dijo:
- Rodin, esto no está bien. Todas las hojas se presentan de plano. He aquí por qué no parecen reales. Haz algunas que dirijan su punta hacia ti, de manera que, al mirarlas, se tenga la sensación de la profundidad.
 Seguí su consejo y me quedé maravillado del resultado que obtuve.
-  Acuérdate siempre de lo que te voy a decir - añadió Constant – Cuando esculpas, en adelante, no veas nunca las formas en extensión, sino, siempre, en profundidad. No consideres nunca una superficie sino como la extremidad de un volumen, como la punta, más o menos ancha, que se dirige hacia ti. Es así como podrás adquirir la ciencia del modelado.
Este principio fue para mí de una asombrosa fecundidad.
Lo apliqué a la ejecución de figuras. En lugar de imaginar las diferentes partes del cuerpo como superficies más o menos planas, me las representé como los relieves de los volúmenes interiores.
Me esforcé para hacer sentir en cada engrosamiento del torso o de los miembros, el afloramiento de un músculo o de un hueso que se desarrollaba en profundidad debajo de la piel.
Y de este modo, la veracidad de mis figuras, en lugar de ser superficial, parecía expandirse de adentro afuera, como la propia vida…
Por otra parte, no tardé en descubrir que los antiguos practicaban, precisamente, este método de modelado. Y es ciertamente a esta técnica que deben sus obras, a la vez, su vigor y su vibrante ligereza.
El color, es una cualidad de pintor o de escultor? Ante esta pregunta lo lógico sería responder que el color es un atributo de la pintura. Y, sin embargo, volvamos a mirar de cerca esta Antigua Venus de Médicis. Contemplemos estos fuertes reflejos sobre los senos, estas sombras enérgicas en los pliegues de la carne, y luego esas penumbras, esas semiclaridades vaporosas que parecen temblar sobre las partes más delicadas de este cuerpo divino y esos pasajes tan finamente esfumados que parecen disolverse en el aire. No es esto una prodigiosa sinfonía en blanco y negro? …
Por paradojal que pueda parecer, los grandes escultores son tan coloristas como los mejores pintores, o mejor aún, como los mejores grabadores.
Manejan tan hábilmente todos los recursos del relieve,  coordinan tan bien la audacia de la luz con la modestia de la sombra, que sus esculturas resultan tan ricas de tonos como la más valorizada de los aguafuertes.
El color, pues – y es a esta observación a lo que quería llegar -, es como la flor del buen modelado. Estas cualidades se acompañan siempre y son ellas las que dan a todas las obras maestras de la estatuaria el radiante aspecto de la carne viviente.

Un antiguo,curioso e histórico vídeo de Rodin.

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