Para Rodin el barro y el modelado era su
lenguaje, su medio de expresión. Aunque sabía tallar la piedra, era con el barro con lo que más a gusto se encontraba. Trabajaba el barro como quien dibuja, de
manera espontánea, con gran rapidez, interpretando una idea fugitiva o trasladando
un movimiento del modelo.
Muchas de sus ideas estéticas y planteamientos escultóricos están recogida
el libro "El Arte”. Son
unas conversaciones reunidas por
Paul Gsell en visitas periódicas que le hacía y
en las que hablaba de su visión
del arte. Aquí van algunas de las ideas de Rodin sobre la
escultura sacadas del libro:
Una tarde en que yo había ido a
visitar a Rodin en su estudio, oscureció muy pronto, mientras hablábamos.
-Ha mirado ya alguna vez una
estatua antigua a la luz de una lámpara? ..., me preguntó repentinamente mi
huésped.
- ¡Verdaderamente, no!; respondí
con alguna sorpresa.
- Esto le extraña, sin duda.
La idea de contemplar una
escultura de otro modo que no sea en plena luz del día, puede parecer una
fantasía extravagante.
No cabe duda de que la luz
natural es la que mejor permite admirar una Hermosa obra en su conjunto. Pero,
hagamos la experiencia. Procedamos a mirar la estatua alumbrándola con una llama, y seguramente habremos hecho una prueba que nos enseñará algunas cosas.
Al mismo tiempo que hablaba,
había encendido una lámpara. La tomó y me condujo hacia un torso de mármol que
se levantaba sobre un zócalo en un rincón del taller.
Era una deliciosa copia de la
Venus de Médicis. Rodin la tenía allí para estimular su propia inspiración en
el transcurso de su trabajo.
-
Aproxímese, me dijo.
- Qué ve usted? …
De la primera mirada, asistí a
una revelación. La luz así dirigida me hacía percibir sobre la superficie del
mármol una infinita cantidad de ligeros salientes y depresiones que de otra
manera ni siquiera hubiera imaginado.
Se lo dije a Rodin.
- ¡Bien!, aprobó.
Y luego:
- ¡Observe bien!
Al mismo tiempo, hacía girar la
estatua sobre su eje. Durante esta rotación, continuamos descubriendo, dentro
de la forma general, una multitud de relieves casi imperceptibles. Las
superficies que en el primer momento nos hubieran parecido lisas, eran en
realidad de una complejidad sin igual.
- No es esto maravilloso? Nadie
podría, con otra luz, adivinar la existencia de tantos detalles. Contemplemos
las infinitas ondulaciones que constituyen el valle que viene a ligar el
vientre al nacimiento del muslo. Admiremos todas las voluptuosas curvaturas de
la espalda; y sobre todo, allí, a la altura de la zona renal, el conjunto de
todas esas pequeñas fosetas adorables…
Hablaba en voz baja, con un
devoto entusiasmo. Se inclinaba sobre ese mármol como si estuviera enamorado de
él.
- ¡Es carne! ¡Verdadera carne!-
dijo. Y radiante, añadió:
- Se la creería amasada con
besos y caricias.
Luego, repentinamente, poniendo
la mano sobre la cadera de la estatua dijo:
-
Cuando uno toca este torso podría esperar hallarlo tibio.
Un instante después continuó:
- Y bien; qué puede pensar, después de una
experiencia semejante, del juicio que generalmente se hace del arte griego?...
Se dice – sobre todo ha sido la
escuela académica la que ha infundido esta opinión- que los antiguos, en su
culto del ideal, despreciaron la carne como cosa vulgar y baja y se negaron a
reproducir en sus obras los mil detalles de la realidad material.
Se pretende que ellos quisieron
dar lecciones a la Naturaleza, creando en formas simplificadas una suerte de
belleza abstracta, puramente dirigida al espíritu y absolutamente ajena a la recreación
de los sentidos.
Los que opinan de esta manera, se
apoyan en el ejemplo que ellos creen encontrar en el arte antiguo para corregir
a la Naturaleza, para castrarla, para reducirla a contornos secos, fríos,
convencionales y sin ninguna relación con la verdad.
Nuestra experiencia nos ha
permitido comprobar hasta qué punto se equivocan.
Es indudable que los griegos, con
su espíritu potentemente lógico, acentuaban instintivamente lo esencial.
Acusaban los rasgos dominantes del tipo humano. Sin embargo jamás suprimieron
el detalle vivo. Se contentaron con “envolverlo” y fundirlo en la armonía del
conjunto. Como estaban enamorados de los ritmos lentos, atenuaron
involuntariamente los relieves secundarios que podían romper la serenidad del
movimiento, pero se guardaron muy bien de borrarlos por completo.
Nunca hicieron de la mentira un
método.
Llenos de respeto y de amor por
la Naturaleza, la representaron siempre tal como la veían. Y en todas las
ocasiones atestiguaron una absoluta adoración por la belleza de la carne. Es
una locura creer que la desdeñaron. En ningún pueblo, la belleza del cuerpo
humano despertó nunca una ternura más sensual. Una felicidad estática parece
flotar sobre todas las formas que modelaron.
Así se explica la increíble
diferencia que separa al arte griego del falso ideal académico.
Mientras que entre los antiguos
la generalización de la línea es el resultado de una totalización, un resumen o
resultado de todos los detalles, la simplificación académica es una manera de
empobrecimiento, una vacía hinchazón.
En tanto que la vida anima y
calienta los músculos palpitantes de las estatuas griegas, los inconsistentes
muñecos del arte académico se nos presentan como enfriados por la muerte.
Y con esto descubrimos un gran
secreto.
La impresión de vida real que
acabamos de experimentar ante esta pequeña Venus de Médicis, cómo se ha
producido? …
Por la ciencia del modelado.
Estas palabras pueden parecer una
trivialidad; pero es fácil medir toda su importancia.
La ciencia del modelado me fue
enseñada por un tal Constant que trabajaba en el taller de decoración en el que
yo realicé mis primeros pasos de escultor.
Un día, mirándome dar forma en el
barro a un capitel ornado de follaje, me dijo:
- Rodin, esto no está bien. Todas
las hojas se presentan de plano. He aquí por qué no parecen reales. Haz algunas
que dirijan su punta hacia ti, de manera que, al mirarlas, se tenga la
sensación de la profundidad.
Seguí su consejo y me quedé maravillado del
resultado que obtuve.
-
Acuérdate siempre de lo que te voy a decir - añadió Constant – Cuando
esculpas, en adelante, no veas nunca las formas en extensión, sino, siempre, en
profundidad. No consideres nunca una superficie sino como la extremidad de un
volumen, como la punta, más o menos ancha, que se dirige hacia ti. Es así como
podrás adquirir la ciencia del modelado.
Este principio fue para mí de una
asombrosa fecundidad.
Lo apliqué a la ejecución de
figuras. En lugar de imaginar las diferentes partes del cuerpo como superficies
más o menos planas, me las representé como los relieves de los volúmenes
interiores.
Me esforcé para hacer sentir en
cada engrosamiento del torso o de los miembros, el afloramiento de un músculo o
de un hueso que se desarrollaba en profundidad debajo de la piel.
Y de este modo, la veracidad de
mis figuras, en lugar de ser superficial, parecía expandirse de adentro afuera,
como la propia vida…
Por otra parte, no tardé en
descubrir que los antiguos practicaban, precisamente, este método de modelado.
Y es ciertamente a esta técnica que deben sus obras, a la vez, su vigor y su
vibrante ligereza.
El color, es una cualidad de
pintor o de escultor? Ante esta pregunta lo lógico sería responder que el color
es un atributo de la pintura. Y, sin embargo, volvamos a mirar de cerca esta
Antigua Venus de Médicis. Contemplemos estos fuertes reflejos sobre los senos,
estas sombras enérgicas en los pliegues de la carne, y luego esas penumbras,
esas semiclaridades vaporosas que parecen temblar sobre las partes más
delicadas de este cuerpo divino y esos pasajes tan finamente esfumados que
parecen disolverse en el aire. No es esto una prodigiosa sinfonía en blanco y
negro? …
Por paradojal que pueda parecer,
los grandes escultores son tan coloristas como los mejores pintores, o mejor
aún, como los mejores grabadores.
Manejan tan hábilmente todos los
recursos del relieve, coordinan tan bien
la audacia de la luz con la modestia de la sombra, que sus esculturas resultan
tan ricas de tonos como la más valorizada de los aguafuertes.
El color, pues – y es a esta observación
a lo que quería llegar -, es como la flor del buen modelado. Estas cualidades
se acompañan siempre y son ellas las que dan a todas las obras maestras de la
estatuaria el radiante aspecto de la carne viviente.
Un antiguo,curioso e histórico vídeo de Rodin.
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